viernes, 25 de octubre de 1985

DÍA 10-1985

“Apenas salgas de la facultad te volvés a casa”, me dijo mi tía antes de salir. Como estaba apurado –llegaba tarde a la clase de letras modernas- no me detuve a preguntarle sobre el motivo de la advertencia, simplemente asentí con la cabeza. Antes de llegar a las escalinatas, vi un amontonamiento de gente, entre ellos compañeros míos. Me acerqué y pregunté qué estaba pasando. “Estamos discutiendo porque se decretó el estado de sitio”, me dijeron, algunos de acá están de acuerdo. Como ese día y el anterior había estado todo el tiempo en mi habitación leyendo ficciones de Jorge Luis Borges, no me había enterado de lo que estaba pasando en el país. Rápidamente me puse en tema.

Juan y Pedro que eran radicales estaban de acuerdo porque lo consideraban “necesario” por todas las cosas que estuvieron pasando (las amenazas de bomba en las escuelas porteñas, el atentado contra el ministro del interior, etc) y Antonio y Vicente, ambos peronistas, consideraban inadmisible aplicar esa herramienta. Como no se podía ni siquiera mandar un bocado, por el griterío permanente, me fui derecho al aula.

¿Cómo puede ser que estemos en estado de sitio?, como si no tuviésemos historia que reniegue de ese tipo de medidas. Se están llevando a cabo los juicios a los militares, y se aplica este decreto que era la moneda corriente durante la última dictadura. Que les estará pasando por la cabeza. Pero si supuestamente los militares ya no tenían más poder, ¿cuál es la excusa para quitar las garantías constitucionales a los ciudadanos? Alfonsín me parece un exagerado. Con razón mi tía me dijo que vuelva temprano, pero no voy a volver… vivir con miedo nunca más.




Manuel Sacchi