Euforia.
Euforia por todos lados. Argentina campeón del mundial de México 86. Maradona
el mejor jugador de todos los tiempos. “Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?”,
lo sentenció Víctor Hugo Morales, para que quede marcado en la historia. Cuanta
euforia, por dios, cuanta fiesta. Acaba de terminar la final, la victoria
contra la Alemania Federal 3 a 2. Qué partidazo. Qué alegría.
Me
vine corriendo inmediatamente, para dejar testimonio de este preciso momento.
Ahora la gente se encuentra en el living festejando, a los abrazos, a los
besos, a los toqueteos. Se lo merecía el país, se lo merecía después de todo lo
que ha vivido. Tanta humillación, tantas tragedias y quilombos y amargura. Se
merecía el país una alegría de esta dimensión.
Porque
el pueblo está feliz. Y está feliz bien. No como en el 78 que según me contaron
había dejado culpa en mucha gente. Una situación súper delicada del país y el
pueblo olvidándose del momento que estaba viviendo. Ahora se puede relajar.
Ahora todos nos podemos relajar y dejarnos llevar por la sensación de éxtasis
que implica ganar un mundial, ser los mejores del mundo.
Siempre
es extraña esa sensación. Sin embargo, no me gusta particularmente el fútbol,
no soy un patriota empedernido, pero igualmente siento que levito en este
momento, esperando la hora para ir a la Plaza San Martín y festejar con todos
juntos. Es lindo que estemos todos juntos, pero a veces nos olvidamos quiénes
somos. Lo que es lindo en realidad es olvidarse quién es uno (algo que nunca
nadie va a saber jamás) y sentirse parte de algo más grande, para que, a partir
de ahí, nos identifiquemos. En este caso, Argentina. Y encima, Argentina
campeón. Somos argentinos y campeones, los mejores. Es lindo, es lindo también
olvidarse de vez en cuando y dejarse llevar por una corriente que, en
definitiva, es ilusoria.
Manuel
Sacchi